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[RESEÑA] - 'La caza' (2012): el juicio de un hombre inocente.

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TÍTULO ORIGINAL: Jagten (The Hunt). PAÍS: Dinamarca. AÑO: 2012. DURACIÓN: 111 min. DIRECTOR: Thomas Vinterberg. GUION: Thomas Vinterberg. MÚSICA: Nikolaj EgelundFOTOGRAFÍA: Charlotte Bruus Christensen. REPARTO: Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Annika Wedderkopp, Alexandra Rapaport, Anne Louise Hassing, Lars Ranthe, Lasse Fogelstrøm, Susse Wold, Ole Dupont, Sebastian Bull Sarning. PRODUCTORA: Zentropa Productions. GÉNERO: Drama | Abusos sexuales. SINOPSIS: Tras un divorcio difícil, Lucas, cuarenta años, ha conocido a otra mujer, tiene otro trabajo y se dispone a reconstruir su relación con Marcus, su hijo adolescente. Pero algo va mal. Un detalle. Un comentario inocente. Una mentira fortuita. La nieve comienza a caer, las luces navideñas se encienden y la mentira se propaga como un virus. ESTRENO CANNES: 20-05-2012. ESTRENO CINES (España): 19-04-2013. ESTRENO BLURAY (España): 09-10-2013.

 

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El danés Thomas Vinterberg incomoda al espectador con una película que, protagonizada por un inmenso Mads Mikkelsen, se atreve a tocar varios temas tabú de la sociedad en la que vivimos a la vez que invita a la reflexión. El director logra que empaticemos con un personaje al que seguramente repudiaríamos en la vida real, haciéndonos reflexionar sobre nuestras propias carencias éticas. El gran punto fuerte de la película es saber mostrar el infierno personal por el que atraviesa su protagonista.

 

La caza cuenta la historia de Lucas, un profesor de educación infantil recientemente divorciado que vive en un pequeño pueblo de Dinamarca con la compañía ocasional de su hijo Marcus. Un día, a causa de un malentendido con una niña que acude a su clase, Lucas es acusado falsamente de realizar tocamientos de carácter sexual a la niña, lo cual se traduce inmediatamente en un estigma social insoportable para él y su hijo. A medida que se extiende el rumor, la gente del pueblo comienza a acosar a Lucas sin atender a cuestiones como la presunción de inocencia, llegando a la agresión física que llega incluso a traspasarse a su hijo.

 

A medida que las personas que en un principio le apoyaron (como su pareja) comienzan a abandonarle, el acoso por parte de la multitud llega a ser físico, llegando Lucas a temer por su vida mientras se enfrenta a una masa de gente cabreada que no está dispuesta a escucharle y que cada vez actúa de forma más violenta contra su persona.

 

Paralelamente, descubrirá que el sistema de justicia no solo está diseñado de tal manera que se invierte la carga de la prueba y se elimina su presunción de inocencia, sino que además apenas le da herramientas para probar su no culpabilidad. La idea de los peligros inherentes a la justicia popular realizada por las masas enfurecidas es algo que el cine ha tocado en numerosas ocasiones, de forma particularmente brillante en La jauría humana (Arthur Penn, 1966) así como en la notable obra de culto Los demonios (Ken Russell, 1971).

 

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Es fácil entender la fascinación del séptimo arte con este tema si se tiene en cuenta la épica implícita que una historia de un individuo enfrentándose a una masa enfurecida siempre tiene consigo y la capacidad de la narrativa cinematográfica para capturar los matices de dicho enfrentamiento, desde el peaje emocional y psicológico de la persona que es víctima de la furia colectiva hasta la irracionalidad de la masa.

 

No obstante, hay algo que separa a la película de Vinterberg de las otras obras mencionadas: el atrevimiento por parte del director a tocar temas tabú destinados a hacer que la audiencia se incomode en la butaca. Si bien a un espectador contemporáneo la idea de perseguir a alguien por motivos religiosos o políticos puede resultarle absolutamente ajena, es imposible que, al menos de una forma parcial, la audiencia no se vea reflejada en esos vecinos que hacen la vida del protagonista imposible por sus sospechas sobre sus presuntos actos pedófilos sobre una menor.

 

Si bien al ver la película empatizamos en todo momento con el protagonista, es imposible, por otro lado, pensar que si esa situación tuviera lugar en nuestro pueblo o nuestro barrio, posiblemente actuaríamos de una forma similar a la de esa jauría humana que hostiga a Lucas. Evidentemente no sería este comportamiento fruto de otra cosa que no fuera de proteger a nuestros menores y de hacer lo que pensamos que es éticamente correcto, pero como dice el refrán, «el camino al infierno está lleno de buenas intenciones».

 

A lo largo de toda la película vemos como este acoso hacia Lucas va creciendo progresivamente de la misma manera que el calor en un cuenco con agua hirviendo a fuego lento. En primer lugar, vemos a sus compañeros de trabajo cambiando su comportamiento para ser mucho más hostiles con él, cuestionando el testimonio de nuestro protagonista o en algunos casos incluso impidiendo que pueda llegar a darlo libremente.

 

La Caza (The Hunt) [Cine] | ¡Ahora critico yo!

 

Tras esto, lo que vemos es el estigma social, que va desde evitar el contacto con Lucas hasta humillarle o incluso tratarle de forma violenta en público (la escena del supermercado es simplemente brillante). Vemos a una sociedad aparentemente civilizada que de repente tiene carta blanca para volcar toda su agresividad y hostilidad contra un individuo y convertirse en monstruos.

 

Por último, la presión social pasa de afectar únicamente a Lucas para caer también sobre su círculo personal, sobre aquellos que le rodean y que le defienden. Aceptar cosas como la presunción de inocencia, inocente hasta que se demuestre lo contrario, comprobar los hechos sin dejar que las emociones o los prejuicios interfieran, se convierte en una suerte de pecado social que hace que por asociación cualquiera que comparta espacio o relaciones sociales con el apestado se convierta, también, en un enemigo de la comunidad.

 

Es así que, al margen de la realidad jurídica (porque no olvidemos, la culpabilidad de Lucas nunca llega a ser demostrada de manera judicial) vemos un ejemplo de castigo y estigmatización popular que actúa de manera irracional ante la falta de evidencias o la necesidad de darle a cualquier persona acusada de un crimen el derecho a defenderse.

 

La cinta captura de forma magistral la transformación progresiva de los habitantes del pueblo, aparentemente cívicos y pacíficos, en auténticos monstruos que parecen casi disfrutar actuando de forma sádica sobre Lucas. Casi como si la violencia en ocasiones aterradora de la que estas personas, por otra parte perfectamente civilizadas, parecen capaces de cometer estuviera en todo momento debajo de la superficie esperando el momento adecuado para salir.

 

The Hunt”, el enemigo del pueblo por excelencia - Cine O'culto

 

El atrevimiento de Vinterberg para tocar en esta obra temas tabú es casi prodigioso y signo de un director excelente que tiene la ambición y el talento como para usar un medio como es el del cine para decir cosas profundas. Si hay algo que en nuestra sociedad sea todavía más tabú que la idea de un niño siendo agredido sexualmente es, sin duda, la idea de un niño mintiendo sobre tales cosas.

 

Hubo quien equivocadamente entendió esta cinta como una obra que buscaba la provocación por la provocación y que incluso parecía querer restar importancia a la protección de la infancia frente a potenciales depredadores sexuales. Nada más lejos de la realidad, esta obra nunca pretende hacer eso, sino en todo caso reflexionar sobre cómo nuestros prejuicios, nuestro comportamiento irracional y nuestras pulsiones más violentas pueden convertirnos involuntariamente en monstruos que nos hagan torturar a una persona acusada falsamente.

 

Evidentemente, la protección de la infancia es una obligación ética de cualquier sociedad civilizada, y cualquier medida que sirva para proteger a niños del abuso es positiva, pero lo que Vinterberg critica no es en ningún caso el exceso de celo en la protección de los menores (algo que nunca sobra) sino en los defectos inherentes a la forma en que esta protección es llevada a la práctica.

 

Siempre se habla de los beneficios de la empatía, pero en su cinta, el director danés nos alerta sobre sus peligros. Vinterberg nos pone a prueba eligiendo uno de los crímenes más execrables que nos podamos imaginar e invitándonos a dirigir nuestra empatía no a la inocente niña que ha sido (presuntamente) víctima, sino al hombre acusado injustamente y hacia el que, seamos sinceros, en la vida real no sentiríamos más que repulsión a pesar de ser la verdadera víctima de esta historia.

 

A propósito de La cacería (Jagten), por Eduardo Rojas | HLC - Hacerse la  crítica

 

Las angustias de Lucas son mucho más palpables gracias a una interpretación antológica de Mads Mikkelsen (que fue galardonado en Cannes por su trabajo en esta obra), el cual no solo es una excelente elección de casting (dado que es un actor capaz de transmitir al mismo tiempo una clara vulnerabilidad con un tono inquietante), sino que captura a la perfección los matices de un personaje como Lucas, el de un hombre acusado falsamente que por un lado teme la condena social que va a sufrir por parte de la gente que le rodea pero que, por el otro, comprende que la niña que le ha acusado ha actuado sin malas intenciones y se niega a guardarle ninguna clase de rencor u hostilidad. 

 

La progresiva degradación emocional de un personaje que, a medida que avanzan los minutos, lo va perdiendo todo y se va hundiendo cada vez más se plasma a la perfección en una interpretación que cada vez nos muestra a un Lucas más decaído, más derrotado anímicamente y más desesperado pero que nunca cae en el histrionismo o en el melodrama innecesario, sino que sabe capturarlo en una interpretación mucho más personal e íntima que brilla cuando refleja el sufrimiento que el personaje lleva en silencio y que nunca llega a exteriorizar por completo.

 

Puede parecer que la presente película únicamente nos cuenta una historia, pero en realidad nos dice muchas más cosas. Vinterberg construye una obra que trata cuestiones como el peligro del pensamiento de rebaño, de la justicia de masas o de los prejuicios. Pero ante todo, el director nos alerta sobre los peligros del abuso de la empatía mal entendida y del abandono de la cultura de la imparcialidad.

 

No es casualidad que las sociedades modernas se basen en sistemas legales que buscan ser lo más objetivos posible y que se centran de manera exclusiva y fría en los hechos, y la película es un recordatorio de por qué esa forma de entender la justicia y no otra que atienda a cuestiones más abiertas a lo subjetivo es imprescindible no ya para asegurar una justicia honesta, sino también para proteger el derecho a la justicia del individuo cuando este, incluso siendo inocente, no goza del favor o la empatía de la masa. Cuando este principio se rompe, tal y como esta cinta nos recuerda, se corre el riesgo de que las personas nos olvidemos de nuestro civismo y abramos la puerta a convertirnos en un lobo para con nuestros semejantes.

 

The Cinematographer Who Won't Let You Look Away | by Ashley Wells | Outtake  | Medium

 

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